Subida al Huma

Para este fin de semana hemos decidido explorar la zona de El Chorro, que es bastante interesante, y que no se puede cubrir en un día desde Sevilla, por lo que reservamos un alojamiento rural en la zona.

Amaneciendo allí el sábado, no es tan necesario el habitual madrugón, así que nos levantamos bien descansados, desayunamos y salimos al campo con muchas ganas. Nos quedan unos 950 metros de subida por delante. Primero tenemos que atravesar un bosque de pinos que ya tiene bastante pendiente y nos guiamos por el GPS, pues no hay ningún sendero bien definido, aparte de la pista para vehículos, pero esta da demasiadas vueltas y decidimos atajar bosque a través. Hay muchas flores, el campo está precioso.


De nuevo gracias al GPS y a un tímido hito de piedras amontonadas al borde de la pista forestal, encontramos el sendero para ir subiendo por la primera ladera, muy vertical (estaba siendo escalada de hecho en ese momento por un grupo de valientes), en un recorrido apenas zigzagueante pero que nos llevaba hasta esta primera cima trazando una especie de diagonal formando 45 grados con el suelo. Pasamos por un afilado pico al que llaman La Aguja. Aunque desde abajo nadie lo diría, había incluso unas curiosas escaleras romanas de peldaños muy perfectos.




Una vez arriba, nos encontramos con un gran prado muy verde, y ¡cultivado! El terreno tenía marcas de haber sido arado y había almendros plantados, y una casita con una furgoneta aparcada... ¡resulta que se puede llegar hasta ahí arriba rodeando todo el cerro por una pista forestal! Bueno, pero es mucho más divertido subir a pie :)



Cruzamos el valle, para lo cual hay que bajar un poco y volver a subir, y nos encontramos una era en la que reponemos fuerzas un rato, aunque un señor mayor que nos observa desde la casita y nos vocifera nos hace sentir incómodos y levantamos el campamento más rápido de lo que nos hubiera gustado.

Llegamos al pie de la ladera que emerge al otro lado del valle y comenzamos de nuevo el ascenso... una vez más, a primera vista por la pendiente de esta pared no parece que se pueda subir si no con ayuda de las manos... Pero descubrimos un senderito más o menos factible a pie, aunque más complicado que el de la ladera anterior. Los palmitos crecían por todas partes.



Los que no habíamos subido antes, empezamos a estar impacientes porque aún no hemos visto la cumbre del Huma, ¿dónde está? ¿Queda mucha subida? A ver qué aparece cuando acabemos de subir por esta segunda ladera. 

Nos encontramos con una pequeña cumbre encima de una bonita franja de estratos que se eleva encima de la vegetación. 


La dejamos a la izquierda y seguimos subiendo, pues ahora vuelve a aparecer una tercera ladera, también muy vertical, tras la cual está el Huma, aunque aún no lo vemos. ¡Qué escurridizo es! 


Nos planteamos si subir por la cresta de la montaña, pues se ven algunos hitos de piedras, o bien por abajo, con el problema de que no sabemos si habrá alguna forma de subir esta tercera ladera sin tener que bordearla o volver sobre nuestros pasos para intentar un camino mejor. Al final encontramos un tajo en la ladera con algunas rocas desprendidas por las que se puede trepar, y allá nos lanzamos. Aquí hubo que apoyar incluso las rodillas. Menos mal que eran solo unos pocos metros...


Ya estamos bastante curiosos sobre qué nos deparará el otro lado de esta ladera cuando hayamos subido... ¡pues ya no hay más laderas escarpadas! Hay una especie de llanura muy pedregosa que sigue subiendo, y la recorremos en dirección al punto más alto. La vegetación escasea mucho, apenas hay matorrales dispersos, pero el lugar sigue siendo muy bonito. ¡Nos encontramos incluso ammonites en las piedras! 




Y finalmente, llegamos un rato después a la ansiada cima y damos cuenta de nuestros bocatas, bien abrigados ya, ¡que estamos a bastante altura! Las vistas son preciosas, desde unos metros más allá se ven los embalses cercanos de color turquesa y los valles y montañas de alrededor, que tienen mucho verdor y bastantes flores en esta época del año. 




Cuando empezamos a sentir frío y vemos las nubes grises acercarse, decidimos bajar. La ruta de bajada tras la última ladera coincide ya con la de subida, y el gran desnivel que presenta hace sufrir bastante a nuestras rodillas. ¡Hoy nos hemos merecido unas cervezas bien fresquitas!



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