Travesía de 4 días por el macizo occidental de Picos de Europa

DÍA 1: Caín de Valdeón a Vega de Ario
Comenzamos nuestra travesía en el pueblo de Caín de Valdeón, en la parte leonesa del Parque Nacional de los Picos de Europa, y en uno de los extremos de la famosa senda del Cares. Los primeros 3 km se pasan volando, pues consisten en recorrer esta bella senda y vamos distraídos con la belleza del lugar y el sonido del agua. Desde la profundidad de esta garganta resulta aún más impresionante la altura y verticalidad de los picos que estamos a punto de ascender.




A la izquierda del llamado Puente Bolín encontramos el cartel que indica la Canal de Trea. Nos esperan cinco horas de subida en gran pendiente, alternando algunos tramos de trepada en los que es imprescindible apoyar las manos debido a la fuerte inclinación. Contra todo pronóstico, cae sobre nosotros un sol de justicia que, junto a los varios kilos que pesan nuestras mochilas, dificultan aún más la subida, pero las vistas que encontramos, que mejoran a cada paso, compensan los sudores de esta primera jornada de la travesía.




Ganamos bastante altitud en los primeros minutos, y vamos buscando los pocos resquicios de sombra que hay una vez pasado un tramo de bosque. Vamos descubriendo poco a poco que muchos de los picos que desde abajo parecían afilados, al verlos desde arriba son bastante planos y algunos incluso tienen anchas praderas verdes a las que ninguna vaca parece poder llegar. Aparece a nuestro paso un bonito manantial en el que aprovechamos para refrescarnos y comer algo.



Después de más de 4 horas subiendo por esta canal de gran pendiente, decidimos parar a almorzar en un punto desde el que se tiene una vista privilegiada, por encima de nuestras cabezas parece que queda ya bastante poco desnivel que superar y nos atrevemos por fin a llenar nuestros estómagos sin temor a tener que realizar todavía un gran esfuerzo con la pesadez del almuerzo.


Para salir de allí hay un paso bastante aéreo en el que más de uno echamos en falta una cadena a la que agarrarnos. Se recomienda mucha precaución en este punto.
En unos cuantos minutos aparecemos ya en zona de canchal mucho más llana, al entrar en la provincia de Asturias cambia totalmente el paisaje, ¡ya estamos arriba! Hay mucha roca caliza, nada de árboles, y empiezan a aparecer las primeras vacas en la Vega de Ario. Poco después aparece el refugio ante nuestros ojos, rodeado de algunas ruinas de casas de piedra, un sitio muy especial por lo remoto del lugar, y que carece de agua corriente, pero este detalle no hace sino aportar a su carácter. Es decididamente un lugar al que no se puede ir solamente una vez en la vida.



El atento guarda del refugio, Ignacio, siempre rodeado de sus simpáticos niños, nos indica un lugar estupendo desde el que observar una preciosa puesta de sol tras la cena, seguida de un cielo cuajado de estrellas, para terminar una jornada excepcional de esfuerzo y disfrute a partes iguales.




DÍA 2: Vega de Ario a Vegarredonda
La jornada de hoy promete ser bastante más tranquila que la de ayer, si bien caminaremos más del doble de distancia, pero no habrá subidas ni bajadas excesivamente intensas. Comenzamos caminando por un sendero bien marcado en terreno muy rocoso, con constantes subidas y bajadas leves, cuya única vegetación es matorral bajo.


Al cabo de unas dos horas andando, encontramos la primera sombra donde descansar, una fuente que mana de una gran roca, de la que sin embargo no nos atrevemos a beber por la presencia de numerosas vacas que pueden haberla contaminado, pero sí que aprovechamos para refrescarnos y reponer fuerzas antes de seguir caminando hacia los lagos de Covadonga.


Un rato más tarde vemos a lo lejos los lagos de la Ercina y de Enol, con un precioso color verde esmeralda, rodeados de prados de color también verde intenso bajo un cielo azul impecable… ¡El estallido de colorido es espectacular!


Descansamos al pie de unas casas abandonadas no hace mucho antes de bajar hasta los lagos, que están llenos de visitantes porque hay una carretera que pasa justo al lado. Volvemos durante un rato a la civilización descansando junto a tantos otros visitantes antes de proseguir la marcha por una pista forestal por la que alguna vez circula algún vehículo, pero bastante poco transitada.




Estamos siempre rodeados de vacas, y de la banda sonora constante de sus cencerros, y seguimos caminando a pleno sol, durante dos horas, hasta que encontramos un árbol con una mínima sombra a las 4 de la tarde, a cuyos pies descansamos un rato. Unos metros más adelante acaba la pista forestal, ¡nos gusta la idea de volver a alejarnos de la civilización!



El sol intenso de la hora nos está obligando a parar a cada sombra que encontramos, porque no sabemos cuándo tendremos la próxima ocasión. La siguiente parada es junto a una alta roca junto al sendero, y unos metros más adelante encontramos una charca de agua muy fría en la que hay quien mete los pies un rato, sabiendo que se puede parar un rato porque falta solo una media hora para llegar al refugio. ¡Hay quien incluso se da un chapuzón de cuerpo entero!
A partir de aquí, estamos ya bastante cansados y el refugio no aparece por ninguna parte… ¡por fin lo vemos al otro lado de un valle! La distancia en línea recta no es tanta, pero para llegar hasta él nos vemos obligados a recorrer un gran desvío… Llegamos hasta a dudar de estar haciéndolo bien y volvemos sobre nuestros pasos…

El refugio de Vegarredonda no está demasiado lejos de la pista forestal, por lo que incluso hay familias con niños, que duermen en un segundo edificio un poco alejado del principal. De nuevo, puesta de sol maravillosa sobre el valle.


Observamos los escarpados picos que se levantan por detrás del refugio y que nos esperan desafiantes a que mañana nos despertemos con la energía necesaria para conquistarlos. ¡Allí estaremos!


DÍA 3: de Vegarredonda a Vegabaño
La jornada de hoy promete ser bastante complicada porque se suman varios factores de dificultad: el tipo de terreno, con bastantes trepadas, la distancia, relativamente larga, y una bajada de pendiente muy fuerte y alguna que otra sección expuesta, no apta para los que sufran de vértigo.
Nada más comenzar a andar, es necesario subir de nuevo a las alturas de la cordillera, aunque no es ni mucho menos tan pronunciada como la del primer día: son unos 700 metros a lo largo de 3 km de sendero, bien marcado mediante hitos de piedra, marcas de pintura amarilla en la roca, o bien terreno pisado.


Al cabo de una hora más o menos, llegamos a una zona llana rodeada de altos picos y tapizada con una hierba verde intensa, con numerosas y curiosas hondonadas, que sirve de pasto a vacas y, por primera vez, vemos los preciosos y elegantes rebecos que asoman tímidamente entre las altas rocas, para poco a poco ir perdiéndonos el miedo y presentándose en grupos de varios individuos, tal vez diez. Eso sí, ¡nunca se acercan demasiado a nosotros!

Algo más arriba llegamos a un collado que supone la máxima altitud del día y hace de divisoria entre la parte exterior de la cordillera y el abrupto y salvaje interior. Desde allí hay una vista espectacular del Mar Cantábrico, que está bastante más cerca de lo que habíamos imaginado, y nos llama la atención lo fuerte que sopla allí el viento, por estar en un paso estrecho entre dos picos. Es un sitio mágico que no será fácil de olvidar…

A partir de este collado comenzamos otra vez a bajar, nos esperan muchos kilómetros de subidas y bajadas por terreno muy abrupto, con trepadas y pasos expuestos, a pleno sol y coincidiendo de vez en cuando con otras 3 parejas, de Cartagena, de Madrid y de Ponferrada, que están haciendo la misma travesía que nosotros los andaluces, cada grupo a su ritmo.


En pleno canchal hay una fuente, bastante escondida tras la roca, y custodiada por un grupo de vacas que delatan su existencia. Pasada esta fuente, se hace necesario trepar en roca varias veces para superar los desniveles, siempre guiados por las útiles marcas amarillas.

Un poco más adelante encontramos un gran nevero bastante llano y que nos viene muy bien para descansar y refrescarnos un poco... El calor del intenso sol el la piel contrasta con la fría temperatura del hielo.







En la zona donde están los neveros, el terreno es bastante abrupto y hay que ir buscando el mejor camino para salir de allí, a veces ignorando las marcas amarillas.






En cierto momento, vemos pasar fugazmente lo que nos pareció un lobo, ¡increíble! Desapareció rápidamente, en apenas unos segundos, y más tarde en el refugio de Vegarredonda nos confirmarían que, probablemente, estábamos en lo cierto.


Un poco más tarde llegamos a un refugio no guardado, llamado de Vegahuerta, que nos sirve de sombra para el descanso del almuerzo, y también para reponer agua, tarea que se complicó bastante por la presencia de varias vacas y toros en torno al caño del agua. ¡Hubo quien ni se atrevió a acercarse y encomendó el trabajito a los valientes del grupo!


A partir de este punto, el terreno se complica bastante y hay que atravesar algún que otro paso aéreo que obliga a mantener la alerta permanente y llega a resultar un tanto estresante para los que no estamos acostumbrados. Esto, sumado al cansancio físico, nos obliga a descansar a algunos con bastante frecuencia a modo de recarga permanente de energías y moral.
Por fin llegamos a la bajada más vertiginosa de la travesía, la Canal del Perro, en la que se descienden casi 1000 m de desnivel en apenas media hora y 4 km de escueto sendero que discurre en zig-zag por la fortísima pendiente de la ladera de piedra suelta y tierra.


Visto desde abajo, parece increíble que se pueda bajar a pie por ahí, pero de alguna forma abandonamos así el macizo occidental de Picos de Europa para acabar en un frondoso bosque de hayas, donde encontramos un río de aguas heladas que nos viene estupendo para sumergir las piernas hasta las sufridas rodillas, que de repente empiezan a quejarse una vez que la mente se permite un poco de desconcentración.


Los últimos kilómetros por el frondoso bosque se hacen largos, para algunos más que para otros, debido a las molestias en las rodillas, pero todos estamos de acuerdo en que ha sido el día con los paisajes más espectaculares y salvajes y ha merecido la pena cada minuto bajo el sol y la mochila, y cada metro sobre la roca o el sendero. ¡Mañana más!

DÍA 4: Vegabaño a Caín de Valdeón

La última jornada consiste en volver al pueblo de partida caminando por fuera del macizo occidental de los Picos, bordeándolo por su parte inferior. La primera mitad es por bosque, con una importante subida inicial, para después seguir avanzando básicamente en bajada, pasando por algún que otro río y bastante sombra, hasta llegar a la primera zona habitada, el pueblo de Soto de Valdeón.




Nos resulta muy llamativa la arquitectura local de hórreos, completamente nueva para este grupo de andaluces, y a la hora de almorzar (¡o de la cervecita!) nos encontramos ya en Posada de Valdeón, donde nos unimos a dos de los otros 3 grupos para almorzar todos juntos y comentar lo mucho que hemos disfrutado con esta experiencia inolvidable.


La segunda mitad de la jornada son otros 9 kilómetros que teníamos opción de haber hecho en taxi, pero estamos entusiasmados con la experiencia (y animados por el vinito de Casa Begoña) y decidimos seguir caminando en bajada hasta Caín de Valdeón, de donde salimos hace cuatro días.


A lo largo del camino, en parte por carretera, encontramos una antigua trampa medieval (chorco) para lobos, el monumento al rebeco, una vía ferrata de muy reciente apertura y, por supuesto, el rumor de río Cares, que nos acompaña buena parte del recorrido, que ahora es siempre a la sombra de la frondosa vegetación que crece junto a él.


Justo unos minutos antes de ponerse el sol llegamos por fin a Caín de Valdeón, observamos que aparecen sobrevolando los Picos las primeras nubes amenazantes de lluvia desde que pisamos estas tierras, ¡y nos sentimos afortunados de que no hayan descargado sobre nosotros por allí arriba!

Ha sido una experiencia fantástica, en cuanto a disfrute de paisajes, fauna, escenarios, desafíos personales, objetivos cumplidos y esfuerzos compensados, pero también llevamos de vuelta en nuestro equipaje un fabuloso grupo de amigos con quienes hemos reído, sufrido y compartido buenísimos momentos, y que esperamos volver a reunir muy pronto para las próximas aventuras.

El año que viene nos lanzamos a por el macizo central, ¡objetivo montañero para 2017!



Comentarios

  1. Maravilloso el relato de la ruta... y no olvides que en la montaña tod@s somos un@...

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  2. ¡Gracias, chicos! Os echo de menos ^_^

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  3. Que maravulla de reportaje felicidadesy a prepararse para el 2017 , que disfruteis mucho

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  4. Gracias, a ver cómo se nos da el segundo anillo :)

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