Monteperdido Extrem, jornada final.

Tras una noche de refugio, (todo aquel que haya dormido en un refugio atestado sabrá a que me refiero), y un desayuno montañero, recogimos nuestra bolsa de picnic y nos pusimos en marcha para nuestra última jornada de ruta, en esta ocasión y tras pensarlo detenidamente decicimos hacer la ruta por Fuenblanca, en lugar de por la Punta de las Olas por parcernos demasiado expuesto,  así que al llegar al collado de Arrablo nos desviamo a Fuenblaca, y tras un rato caminando el camino comenzó un pequeño descenso, hasta que alcanzamos el barranco de la Fon Blanca o Fuenblaca, situaldo al final del Cañon de Añisco, que tras un paisaje un tanto árido, nos sorprendio por la abundancia de agua y vegetación  en el fondo del mismo. Pero llegar allí tenía un precio, tuvimos que destreparnos para retomar el camino, algo que con la mochila a la espalda resultaba un poco complicado. 

Un paisaje sobrecogedor,  nos rodeaba en el barranco más salvaje y agreste del  perdido, durante el descenso tuvimos que atravesar un arroyo que por suerte no llevaba demasiada agua  y no resulto dficil de atravesar.  Al continuar nuestro descenso, los árboles comenzaron a rodearnos y ofrecernos algo de sombra cada vez más frondosa.  El los arroyos y sus cascadas se dejaban sentir por su frescura y rugir,  algo que nos alegro el camino. 

Así continuamos el descenso al fondo de barranco, hasta llegar a una pequeña cabaña de pastores y desde allí a una pequeña pasarela metálica situada sobre el rio Vellos que tras atravesarla nos puso en camino de nuestro siguiente destino ese día, el Collado de Añisclo.  Antes de partir hacia el collado, reposamos y disfrutamos del frescor del lugar aprovechando para retomar fuerzas y así tras un descanso, retomamos el camino, ya siempre ascendente hacia el Collado de Añisclo,  el camino asciende por el margen izquierdo del arroyo que nace en las alturas. Al poco tiempo la arboleda vuelve a desaparecer y el sol comenzaba a apretar, pues en nuestro ascenso y por la fecha (agosto), durante toda la subida, estuvo a nuestra espalda y sin una nube que lo aplacara, aunque solo fuera un breve suspiro.

En la subida el arroyo, formaba cascadas y pequeñas pozas  aproximadamente cada 100 metros de desnivel, algo que además de alegrarnos y refrescarnos, nos sirvió para reponer agua durante la subida. 



 Lentamente y tras un par de horas aproximadamente el collado que nos parecía tan lejano en el fondo del cañon, comenzó a mostrarse más cercando, el viento comenzaba a golpear más fuerte y algún buitre nos observaba desde las alturas,  cuando finalmente ganamos el collado.  Un poste marcaba con una señal  a la izquierda Goriz a la derecha Pineta, y allá fui yo corriendo a contemplar el descenso que nos faltaba por realizar para cumplir nuestro objetivo, cuando de repente no pude avanzar. ¿Vertigo?¿Miedo?¿Sobrecogimiento?, no se lo que me ocurrio, pero al llegar al punto donde ya se vislumbraba el Valle de Pineta y el descenso que nos aguardaba, la vista que tenía ante mi me sobrecogió.  El profundo valle, sus paredes, casi verticales, su majestuosidad , la tierra suelta del inicio del descenso y el esfuerzo que aún nos aguardaba, todo eso junto me detuvo en seco y me dejó sin palabras y allí me quedé contemplando el paisaje y comprendiendo lo insignificantes que somos ante todo esto.  

Así que asombrado y acongojado por lo que teníamos por delante, volví sobre mis pasos,  y llamé a Virginia para que contemplara todo aquello y tras ver la hora, decidimos almorar, azuzados por el viento, tostados por el sol allí en el Collado de Añisclo. Durante nuestro almuerzo unas voces nos llamaron la atencion y tras devolver el saludo, observamos que  nuestros amigos Ilicitandos que nos acompañaron en la bajada de Tucarroya, que también coincidieron con nosotros en Sarradets,  volvían a coincidir con nostros en este punto. Así que nos dieron alcance mientras terminabamos nuestro almuerzo y tras los saludos y comentarios de rigor, nos pusimos manos a la obra con el descenso de unos 1200 metros de desnivel en poco más de dos kilómetros. Un descenso largo y tedioso, primero por tierra y piedras sueltas por el camino ( en esas alturas la acción de los elementos es contundente) y tras media hora aproximadamente el camino ya se volvio algo más firme pero continuo igual de empinado, tras una hora más o menos ya volvieron a acompañarnos los arboles y nos comenzamos a cruzar con algunos valientes que subían cargados con grandes mochilas hacia el collado,  en algunos puntos hubo que bajar poniendo pegando el culo al suelo, pero tras dos horas y media de descenso, llegamos por fin al rio que pudimos cruzar sin problemas y llegar por fin al refugio de Pineta. 


Tras la cerveza de la victoria, y deshacernos de la basura que acumulamos durante toda la ruta,  bajamos hasta Bielsa donde volvimos a la salvaje civilización tras la paz y tranquilidad de la montaña.  Aquí os dejo el enlace de la ruta, no es el oficial, pero es la alternativa que escojimos. 

Como epilogo a esta ruta, que os podría contar, es algo que hay que hacer, hay que vivirla y disfrutarla. No es sencilla, más bien todo lo contrario, el paso de Tucarroya es complicado y traicionero, subir hasta Sarradets por el circo de Gavarnie es una trepada muy importante, descender la Brecha de Rolando hacia Goriz tiene su, no se que entre esas enorme piedras afiladas. Nosotros hicimos nuestra ruta en agosto,  teníamos previsto haberla hecho en junio, pero las tormenas nos echaron para atrás, y por suerte para nosotros no fue necesario el uso de crampones ni otro material.
En fin fué toda una aventura.  Recomendable aventura.














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